domingo, 9 de septiembre de 2007

Contrastes

Agua salada. Mis lágrimas sabían a agua salada y mi lengua las recibía antes de que se perdieran en la comisura de mis labios. Con los ojos enrojecidos miraba hacia el suelo porque el peso de la vergüenza me impedía mirarle a la cara. Sabía que él no me prestaba atención, que sus ojos se perdían en la ventana de la habitación, intentando escapar de su asfixiante atmósfera. Por el rabillo del ojo nos espiábamos, yo sin parar de llorar y respirar entrecortadamente, él como siempre, sin inmutarse por fuera, fumando tranquilamente un cigarro, el pulso firme la respiración lineal.
El contraste siempre ha sido claro, yo el volcán y él el hielo, pero es en estos momentos cuando las diferencias afloran aún más y nos hacen preguntarnos ¿por qué?.
Sin pensar, porque en esos momentos no pensaba, intentando conetener la tristeza que se vertía a chorros desde mis lagrimales, me esforzaba por hablar, pero el hilo de voz que lograba salir de mi acuosa boca no paraba de pedir perdón en bajito, un murmullo apenas perceptible para cualquiera, pero no para él, que, fijos los ojos en el exterior, tenía el oído centrado en lo que ocurría a su lado, esperando que me calmase, que lograra respirar con tranquilidad, dejara de llorar para abrazarme y acunarme como siempre hace, para darme la calma que nunca he tenido ni tendré, porque mis lágrimas siempre serán saladas y mi lengua no dejará que ninguna se pierda, porque soy volcán y fuego y es algo que nunca cambiará.

2 comentarios:

Placiplóstilus dijo...

Siempre es bueno tener hielo cerca cuando se es un volcán, y viceversa ;)

Muy bonito el texto

Cvalda dijo...

Cada cual es como es...y, como dice Placiplostilus, está bien que podamos conjuntarnos.

Enhorabuena por el texto, y animo para lo que sea :X